jueves, 2 de septiembre de 2010

Urgente, necesitamos mayor reverencia hacia la Sagrada Eucaristía

Observación: quien escribe en este blog no se declara seguidor de Monseñor Lefebvre, pero tampoco opositor a él.

"El desprecio por la presencia real de Cristo en la Eucaristía es el hecho más flagrante por el cual se expresa el nuevo espíritu, que ya no es católico.

Sin llegar a los ruidosos excesos a que acabo de referirme, todos los días puede uno comprobar ese nuevo espíritu. El concilio de Trento manifestó de manera explícita y sin ninguna duda posible que Nuestro Señor está presente en las menores partículas de la hostia consagrada. Entonces, ¿qué hemos de pensar sobre la comunión tomada con la mano? Cuando se utiliza una bandeja, aun cuando las comuniones sean pocas, siempre quedan partículas, en consecuencia, esas partículas quedan en las manos de los fieles. De esta manera la fe se quebranta en muchos, sobre todo en los niños.

El nuevo estilo de hacer las, cosas sólo puede tener una explicación: si uno va a misa para compartir el pan de la amistad, la comida comunitaria, la fe común, entonces es natural que no se tomen excesivas precauciones. Si la Eucaristía es sólo un símbolo que materializa el simple recuerdo de un hecho pasado, la presencia espiritual de Nuestro Señor, es lógico que uno se preocupe poco por las migajas que puedan caer al suelo.

Pero si se trata de la presencia real del propio Dios, de nuestro Creador, como lo quiere la fe de la Iglesia, ¿cómo comprender que se admita semejante práctica y hasta que se la fomente a pesar de documentos romanos todavía recientes? La idea que se pretende infiltrar así es una idea protestante contra la cual los católicos aún no contaminados se rebelan. Para imponerla mejor, hoy se obliga a los fieles a comulgar de pie.

¿Es conveniente que vaya uno a recibir, sin el menor signo de respeto o recogimiento, a Cristo ante quien, según dice san Pablo, se dobla toda rodilla en el cielo, , en la tierra y en los infiernos?

Muchos sacerdotes ya no se arrodillan ante la Santa Eucaristía; el nuevo rito de la misa los alienta a esa actitud. No veo sino dos razones posibles, o un inmenso orgullo que los hace tratar a Dios como si fuéramos sus iguales o la certeza de que Dios no está en la Eucaristía."

(Monseñor Marcel Lefebvre, "Carta abierta a los católicos perplejos")

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