lunes, 22 de marzo de 2010

Confesión en Cuaresma (I)



Queridos lectores:

Les dirijo estas palabras a ustedes, con motivo de la Cuaresma, y paar hacerles reflexionar sobre la Confesión, la Misericordia Divina, y nuestra respuesta al Señor.

Nosotros somos pecadores, desde el día de nuestra concepción (Salmo 50,7), y no es que Dios cree cosas imperfectas, sino que el ser humano se encargó de destruir la perfección que Dios puso en nosotros. Nosotros ofendemos a Dios, lo crucificamos, lo olvidamos y despreciamos constantemente. Sí, numerosas son nuestras deudas, y nadie puede contarlas; ¡no son sin embargo tan sorprendentes como la Misericordia del Padre(Gregorio de Narek), el cual no se reservó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros(cf. Rom. 8,32). Como la ternura de un padre con sus hijos es la ternura del Señor con los que le temen. (cf. Salmo 102, 13)

Confesarse es ser capaz de reconocerse pecadores, diciendo: "Padre, he pecado contra el Cielo y contra Ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo"(cf. Sn Lc. 15,18-19), pero esperando en la infinita Misericordia del Señor, quien nos está esperando; y llevar a la realidad el deseo del hijo pródigo: levantarse del pecado y acercarse a Dios. En fin, confesarse es decirle a Cristo: "Sí, Señor, quiero tu perdón".

No sea soberbio, creyendo que su pecado es más grande que la Misericordia Divina. No piense que con Dios se hace una "Confesión directa", porque Él es quien nos dice cómo volver, y por algo les dio el poder de perdonar los pecados a los Apóstoles, diciéndoles que lo que ataran o desataran en la Tierra, así permanecería en el Cielo. No sólo crea en Dios, sino créale a Dios, como dijo un sacerdote. Muchos hoy se acercan a recibir al Señor con un alma impura, recibiendo no al Señor, sino la misma condenación, como dice San Pablo.

No querer confesarse es decirle a Dios en la cara: "No quiero tu perdón". ¿Alguna vez le han despreciado un abrazo o un saludo?¿No es horrendo?¿Cómo se sentirá el Señor cuando despreciamos el amor que Él nos tiene?

Invoque al Espíritu Santo, que es el Amor puro de Dios, repase los Mandamientos de Dios y de su Iglesia, pida el arrepentimiento (que es tener dolor de haber ofendido a Dios), pida perdón y diríjase al Confesionario con toda confianza en aquel que es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia, como dice el salmista.

Finalmente, les dirijo las palabras de S.S. Juan Pablo II: "No tengáis miedo de mirarlo a Él". Sí, en esta Cuaresma debemos estar atentos a Cristo, quien está atento de nosotros SIEMPRE.

Miserere mei, Deus, secundum magnam Misericordiam tuam (Del Salmo 50)
Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran Misericordia

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