martes, 2 de marzo de 2010

Virgen del Carmen, ruega por nosotros

En Chile sufrimos un gran terremoto. Recordemos las palabras que puso Dios en los labios de Juan Pablo II: "No tengáis miedo de mirarlo a Él". Miremos a Cristo, pongamos en Él nuestra confianza, y pidámosle socorro, por medio de su Madre.

Oh Virgen Santísima del Carmen, llenos de la más tierna confianza, como hijos que acuden al corazón de su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia, que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado.

Reconocemos humildemente que uno de los mayores beneficios que Dios ha concedido a nuestra Patria ha sido señalaros a Vos por nuestra especial Abogada y Protectora. Por eso, a voz clamamos en todos nuestros peligros y necesidades, seguros de ser benignamente escuchados. Vos sois la Madre de la Divina Gracia, conservad puras nuestras almas; sois la Torre poderosa de David, defended el honor y la libertad de nuestra Nación; sois el Refugio de los pecadores, tronchad las cadenas de los esclavos del error y del vicio; sois el Consuelo de los afligidos, socorred a las viudas, a los huérfanos y a los desvalidos; sois el Auxilio de los Cristianos, conservad nuestra fe, y proteged a nuestra Iglesia, en especial a sus obispos, sacerdotes y religiosos. Desde el trono de nuestra gloria, atended a nuestras súplicas, ¡Oh Madre del Carmelo! Abrid vuestro manto, y cubrid con él a esta República de Chile, de cuya bandera Vos sois la estrella luminosa. Os pedimos aciertos para los magistrados, legisladores y jueces; paz y piedad, para los matrimonios y familias; santo temor de Dios, para los maestros; inocencia, para los niños; y para la juventud, cristiana educación. Aparta de nuestras ciudades los terremotos, incendios y epidemias, alejad de nuestros mares las tormentas y dad la abundancia a nuestros campos y montañas. Sed Vos el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros. Sed el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protección especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio.

¡Oídnos, pues, Madre clementísima!, y haced que, viviendo unidos en la vida por la confesión de una misma fe y por la práctica de un mismo amor al Corazón Divino de Jesús, podamos ser trasladados de esta patria terrenal a la patria inmortal del cielo, en la que os alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos. Así Sea.

El Carmelo (o Carmen) es un monte, desde el cual Elías vio una nube, después de que no llovía por largo tiempo. Esa nube es María, que da la lluvia de Cristo. La nube, símbolo de esperanza: María, que nos llama a esta virtud. En tiempos de terremoto, no podemos dejar de confiar en que Cristo está con nosotros y derrama múltiples bendiciones sobre nuestro país.

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