sábado, 24 de abril de 2010

De San Alberto Hurtado

"¡Madre mía querida y muy querida!
Ahora que ves en tus brazos a este Niño bellísimo y dulcísimo, no te olvides de este esclavito indigno.
Aunque sea por compasión, mírame.
Ya sé que te cuesta apartar los ojos de Jesusito para ponerlos en mis miserias.
Pero, Madre, si tú no me miras, ¿cómo se disiparán mis penas?
Si tu no vuelves, hacía mi rincón, ¿Quién se acordará de mi?
Si tu no me miras, Jesús que tiene su ojitos clavados en los tuyos, no me mirará.
Si tu me miras, El seguirá tu mirada y me verá.
Y entonces, con que le digas: "¡Pobrecito! Necesita nuestra ayuda"
Jesús me atraerá a sí y me bendecirá y lo amaré,
Y me dará fuerza y alegría,
Y confianza y desprendimiento,
Y me llenará de su amor y de tu amor,
Y trabajaré mucho por Él y por Ti, y haré que todos os amen
Y amándote se salvarán".

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