viernes, 2 de abril de 2010

Viernes Santo

Hoy es Viernes Santo, día en que Cristo muere en la Cruz por todos nosotros. Ofrezco la siguiente meditación:

Oh Madre Santísima, ya lloras y no sabes qué hacer, al saber que la profecía de Simeón está por cumplirse. Tú ya sientes la espada que te atravesará el Corazón. Ya sabes que han apresado a Jesús y cómo quisieras consolarlo en estos mometos de dolor. Y Tú, oh Madre, que amas la Voluntad Divina vuelves a decir: "He aquí la esclava del Señor, hágase en Mí según tu palabra". Y Cristo, al saber tu dolor también llora. Los dos se miran, como cuando Él nació, sólo que la primera vez lo contemplaste para la muerte, y ahora para la Vida. Cómo sientes en tu Corazón espinas y dolores por los pecados que tiene que inmolarse el Señor. Y Tú, con la mirada del Maestro sientes cómo Él dice:

"Pueblo mío: qué te he hecho o en qué te he ofendido? Respóndeme. Por haberte sacado de la tierra de Egipto, has preparado una cruz a tu Salvador? Por haber castigado a Egipto con sus primogénitos, me has entregado para ser flagelado? Yo te saqué de Egipto, hundí al faraón en el mar rojo y tú me entregaste a los príncipes de los sacerdotes. Ante ti abrí el mar rojo y tú me abrirás mi costado con la lanza."

Y Tú, oh Madre Inmaculada, sientes el dolor de saber cómo un inocente es tratado como el peor de los criminales.

Ya estás cerca del Pretorio y ves cómo Dios es tratado como un gusano. Ya envían a tu Hijo donde Herodes, y lo acompañas en su camino, y ya vas recordando cuando Tú lo llevaste en tu vientre 9 meses, y al mismo instante todos los abortos que te dan unas de las espinas más grandes; recuerdas cuando tu Hijo lo diste a luz y cómo también lo perseguían, y tuviste que huír a Egipto; recuerdas también cuando lo llevaste a Jerusalén para que sea presentado; recuerdas también cuando fueron juntos a la Pascua y Él se quedó en el Templo. Y he aquí que recuerdas cómo Él te instruía diciendo que debía estar cerca de su Padre, y lloras, sabiendo que ya te será arrebatado por nuestras culpas. Recuerdas cómo intercediste en Caná, y cómo se manifestó, aún cuando su Hora no había llegado, y ahora su mirada te traspasa su mirada que dice: "Mujer, mi Hora ha llegado, y el Hijo del Hombre debe ser puesto en lo más alto: en la Cruz".

Ya Herodes trata de "loco" a Cristo y Tú recuerdas cómo en el Templo se admiraban de las palabras de Jesús, cuando tenía 12 años. Y Tú te das cuenta que ientras paganos buscan sabiduriá y los judíos milagros, Jesús ama la Cruz.

Ya lo envían de vuelta a Pilatos y ves cómo el pueblo que escuchaba a Jesús, lo quiere crucificar, y ya ves cómo lo azotan, y maltratan el Divino Cuerpo en Ti concebido. Y ya sientes todos los pecados de violencia, de injusticia y de la carne, y Tú sufres con tu Hijo.

Ya ves cómo le preparan una Cruz, y cómo a tu Hijo le cuesta llevarla y ves como cae en el piso, y al levantarse los dos se miran, y Tú lo consuelas con tu mirada y los dos lloran. Ya ves a todos los héroes: a la Verónica, al Cireneo y a las piadosas mujeres, y en todos ellos quisieras encarnarte. Pero también ves los maltratos que sufre tu Hijo, y por todos ellos, quisieras reparar.

Ya ves cómo clavan a Jesús, y recuerdas cómo el clavaba con José en el taller de Nazaret. Y Tu´ya ves a todos los que destruyen el mundo con la cultura de la muerte, del consumo y de la injusticia.

Ya tu Hijo está en la Cruz, tan humilde como en el pesebre, y ya empieza a dirigir sus palabras de misericordia con el buen ladrón y con los que lo condenaron, de dolor, de necesidad, y las que te dirige a Ti, en las que te deja como Madre de Juan y de toda la humanidad, y ya ves a todos los hijos ingratos. Cuando ya está oscuro, recuerdas esa noche en la que querías dar a luz, buscando un lugar en Belén. Ya Jesús entrega el espíritu, y Tú también te unes a sus palabras: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Luego contemplas el costado abierto y el Corazón que nos espera, que nos lava con el agua, y nos da vida con su sangre. También ves uno de los consuelos en este día de dolor: Logninos se convierte.

Ya llegan a abrazarte la Madalena, Juan, Nicodema, José de Arimatea, y yo Madre, también te abrazo. Ya envuelves a tu Hijo, no para la muerte, sino para la Vida.

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