martes, 8 de junio de 2010

Catequesis sobre la familia: La Indisolubilidad Matrimonial

La enseñanza del Señor

Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán. Lo siguió una gran multitud y allí curó a los enfermos. Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». El respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne"? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?». El les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era sí. Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio».

(Sn Mt. 19, 1-9)

He aquí algunos fragmentos tomados de Acción Familia

22.- ¿Por qué el divorcio perjudica a toda la sociedad?
No se toca en la constitución doméstica sin provocar, tarde o temprano, profundas repercusiones en la sociedad entera. Si quisiéramos resumir la antítesis profunda entre el divorcio y el bienestar colectivo diríamos que el divorcio es hijo del egoísmo y el egoísmo es la negación de la vida social.

26.- Pero ¿por qué no se pueden no admitir excepciones establecidas por ley?
Por un deber de justicia y de caridad. Entre el mal de muchos y el mal de pocos, entre la felicidad de la familia y la felicidad de una u otra familia, la ley no puede dudar. Su razón de ser es tutelar y promover el bien general.

Toda ley, mirando el bien general, impone necesariamente privaciones particulares. No es posible abrir una excepción a la ley de la indisolubilidad porque el principio de la excepción arruinará el bien general que la ley debe defender.

27.- ¿Y los cónyuges infelices, serán sacrificados?
Suprimir el dolor es un programa imposible. Ninguna ley evitará las infelicidades conyugales mientras existan imperfecciones humanas . El divorcio tiende a multiplicarlas; la indisolubilidad a restringirlas. Entre los dos males, el menor.

30.- ¿Por qué el divorcio introduce el amor libre?
Lógicamente el divorcio es una fase necesariamente transitoria entre el matrimonio indisoluble y la unión libre, es decir, entre la familia y su destrucción radical. La unión libre es la animalidad, es la negación de toda responsabilidad. De ahí la variedad interminable de las legislaciones divorcistas.

No hay pues un criterio racional y coherente para trazar teóricamente los límites a la excepción divorcista. Menos aún una barrera eficaz para impedir, en la práctica, su crecer progresivo. De hecho, donde hay ley de divorcio, cada cual se divorcia cuando quiere, lo que constituye en la práctica la introducción del amor libre.

La indisolubilidad en el Magisterio Pontificio

"...La comunión primera es la que se instaura y se desarrolla entre los cónyuges; en virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y la mujer «no son ya dos, sino una sola carne»(46) y están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total.

Esta comunión conyugal hunde sus raíces en el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer y se alimenta mediante la voluntad personal de los esposos de compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son; por esto tal comunión es el fruto y el signo de una exigencia profundamente humana." (Familiaris Consortio, III, I, 19)

"La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios." (Pacem in Terris, Introducción 1)

Dios en la Creación puso el orden establecido para todas las cosas, que el hombre lo destruyó con el pecado original y fue devuelto por medio de Nuestro Señor Jesucristo. De este mismo modo, sucede con la situación del Matrimoio:

"Cristo renueva el designio primitivo que el Creador ha inscrito en el corazón del hombre y de la mujer, y en la celebración del sacramento del matrimonio ofrece un «corazón nuevo»: de este modo los cónyuges no sólo pueden superar la «dureza de corazón»,(51) sino que también y principalmente pueden compartir el amor pleno y definitivo de Cristo, nueva y eterna Alianza hecha carne. Así como el Señor Jesús es el «testigo fiel»,(52) es el «sí» de las promesas de Dios(53) y consiguientemente la realización suprema de la fidelidad incondicional con la que Dios ama a su pueblo, así también los cónyuges cristianos están llamados a participar realmente en la indisolubilidad irrevocable, que une a Cristo con la Iglesia su esposa, amada por Él hasta el fin.(54)" (Familiaris Consortio III Parte, I, 20)

Hoy en día, el hombre ha optado por el divorcio, hijo del desorden, alejando la paz de la Tierra.

En una relación, el hombre y la mujer deben conocerse antes de la vida conyugal, pues nadie ama lo que le es desconocido. Además, deben construír sobre Roca, para así no dejarse llevar por las tentaciones. Deben hacer que el "sí" que dan ante el altar, sea un "sí" durante toda la relación, no dejarse llevar por la rutina, hacer vida juntos. De lo contrario, no se puede esperar grandes resultados, porque el amor es algo que debe crecer, o si no es algo muerto. Y ese amor debe estar en el que es la fuente del amor, porque de lo contrario será un amor que es artificial, pues no está en su naturaleza: Dios.

Por último, me despido con las palabras de S.S. Benedicto XVI:

"« Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: « Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él »..." (Deus Caritas Est, Introducción 1)

No hay comentarios:

Publicar un comentario