sábado, 12 de junio de 2010

De San Juan María Vianney

De la Homilía sobre el Aplazamiento de la Conversión

"Es una gran miseria, una profunda humillación para nosotros, el haber sido concebidos en pecado original, ya que por él venimos al mundo como hijos de maldición; es, indudablemente, otra muy gran miseria el vivir en pecado; mas el colmo de todas las desdichas es morir en él."

"Con gran razón nos dice, pues, el Espíritu Santo (Sap., 5. 6.) que los pecadores se han extraviado en su marcha, que sus corazones se cegaron, que sus espíritus quedaron cubiertos de las más espesas tinieblas, y que su malicia acabó por engañarlos y perderlos. Dilataron su vuelta al Señor para un tiempo que no les será concedido, esperaron tener una buena muerte, viviendo en pecado; pero se engañaron, ya que su muerte será muy desgraciada a los ojos del Señor. Tal es, precisamente, la conducta de la mayor Darte de los cristianos de nuestros días"

"Para haceros comprender mejor la ceguera de los pecadores, voy a demostraros:
l.° Que cuanto más retrasamos salir del pecado y volver a Dios, mayor es el peligro en que nos ponemos de perecer en la culpa, por la sencilla razón de que son más difíciles de vencer las malas costumbres adquiridas;
2.° Cada vez que despreciamos una gracia, el Señor se va apartando de nosotros, quedamos más débiles, y el demonio toma mayor ascendiente sobre nuestra persona. De aquí concluyo que, cuanto más tiempo permanecemos en pecado, en mayor peligro nos ponemos de no convertirnos nunca."

"Todo os está advirtiendo que, si no salís pronto del pecado, vais a perecer: los oráculos, las amenazas, las comparaciones, las figuras, las parábolas, los ejemplos, todo aquello os dice que, o bien no podréis convertiros, o bien no querréis hacerlo. Oíd lo que el mismo Jesucristo dice al pecador: «Andad mientras brilla delante de vosotros la luz de la fe (Joan., 12. 35.), para evitar que, despreciando esa guía, os extraviéis para siempre». En otro lugar (Marc., 13. 33.) nos dice : «Vigilad, vigilad continuamente», ya que el enemigo de vuestra salvación trabaja constantemente para perderos. Y además, orad, orad sin cesar para atraer sobre vosotros los auxilios del Cielo, pues vuestros enemigos son muy poderosos y astutos.» ¿ A qué tanto empeño, nos dice, a qué vivir tan ocupados en las cosas temporales y en los placeres, si dentro unos momentos lo habréis de abandonar todo?"

"En el comportamiento de Esaú hallamos el verdadero retrato del hombre que se pierde, vendiendo su patrimonio por un plato de lentejas. Durante algún tiempo, Esaú «vivió totalmente insensible a su pérdida» (Gen., 25. 34.), solamente pensaba en divertirse y entregarse a sus placeres; llega, empero, el momento en que entra en sí mismo, recordando la falta cometida; pero, cuanto más reflexiona, más se convence de la magnitud de su ceguera. Desconsolado por su desgracia, mira si será posible una reparación; usa de las súplicas, de las lágrimas, de los sollozos, para procurar mover el corazón de su padre; pero es demasiado tarde: el padre dió ya la bendición a otro, sus súplicas son desatendidas, sus instancias no son escuchadas. En vano se inquieta, no hay, mas remedio que resignarse a permanecer en la miseria y morir en ella."

"Abusamos del tiempo cuando disponemos de él, despreciamos las gracias que Dios nos ofrece; mas, frecuentemente, el Señor, para castigarnos, nos las quita cuando querríamos aprovecharlas. Si al presente no determinamos portarnos bien, quizá, al quererlo, no nos será posible. ¿No es verdad que pensáis confesaros algún día, y entonces dejar el pecado y hacer penitencia? -Esta es ciertamente mi intención.- Esta es tu intención, amigo mío, pero yo voy a decirte lo que harás y lo que vas a ser. Actualmente estás en pecado; no me lo negarás; pues bien, después de tu muerte te condenarás. -Y ¿qué sabe usted? pensarás tú . -Si no lo supiese no te lo diría. Además, voy ahora a demostrarte que, viviendo en pecado, aun con la esperanza de salir de tal estado, no lo harás, hasta queriéndolo de corazón, y entonces comprenderás lo que sea despreciar el tiempo y las gracias que en determinado momento nos ofrece Dios."

"Aguardaos, y veréis cuán chocante resulta eso de creer que Dios os perdonará cuando a vosotros os dé la gana de implorar su misericordia. Voy a poneros un ejemplo que, como otro ninguno, viene a tono con lo que hablamos. Se refiere que hubo un caballero bueno en extremo. Tenía un criado tan malvado que no perdonaba ocasión para injuriar a su señor, complacíase, sobre todo, en hacerlo cuando estaba rodeado de visitas y amigos. Le robó muchas cosas y de gran valor, y acabó por seducir a una de sus hijas; después de este golpe, huyó de la casa por temor a los rigores de la justicia. Pasado algún tiempo, se fué a encontrar a un sacerdote que sabía era muy respetado en la casa del mencionado señor. El sacerdote se personó en la casa del caballero para rogarle que se dignase perdonar las culpas de aquel criado. EL señor fué tan bondadoso, que habló así al sacerdote: «Haré cuanto vos mandéis; mas quiero también que él me dé alguna satisfacción; obrar de otro modo sería dar carta blanca a todos los criminales». El sacerdote, lleno de alegría, fuése al encuentro del criado y le dijo: Nuestro señor ha tenido la caridad de perdonaros; pero quiere, con evidente justicia, una pequeña satisfacción». El criado le contestó: «¿Cuál es pues, la satisfacción que quiere mi dueño, y en qué tiempo la habré de cumplir? » Dijo el sacerdote: «En su casa, al presente, arrodillado a sus plantas y con la cabeza descubierta». « ¡Ah! ¡muchos honores quiere mi Señor! pero yo no quiero hacer mas que pedirle perdón; él quiere que sea en su casa, de rodillas y con la cabeza descubierta, y yo quiero hacerlo en mi cuarto, y acostado en mi cama. Él quiere que sea ahora mismo, y yo quiero que sea dentro de diez años, cuando piense y esté dispuesto a morir»"

"1.° Sabéis vosotros que, por vuestras solas fuerzas, no podéis salir del pecado; estáis plenamente convencidos de que es preciso que Dios os ayude con su gracia, ya que San Pablo nos dice que ano somos ni capaces de formular un buen pensamiento sin la gracia de Dios» (2 Cor., 3. 5.).

2.° Sabéis muy bien que el perdón sólo podéis obtenerlo del mismo Dios."

"Tengo por seguro, ante todo, que todos vosotros habéis resuelto hacer una buena muerte, convertiros y dejar el pecado. Vamos, pues, junto a fulano, que está moribundo, y hallaremos a un sujeto tendido en su lecho, cuya vida ha sido, como la vuestra, vida de pecado, mas sin faltarle jamás la esperanza de que antes de morir saldría de tan miserable estado. Examinadle bien, considerad atentamente su arrepentimiento, su dolor, su confesión y su muerte. A continuación, considerad lo que sois: y veréis también lo que será de vosotros otro día. No nos apartemos de la cabecera de ese moribundo, antes de que su suerte esté decidida para siempre. Aunque vivió en el pecado y en los placeres, se había prometido constantemente tener una buena muerte, y reparar todo el mal cometido durante su vida. Grabad indeleblemente esto en vuestro corazón, para que nunca os olvidéis de ello, y tengáis siempre presente ante vuestros ajos la suerte que os espera."

"¡Ah! hermano mío, nos dice San Jerónimo, ¿ quieres permanecer en pecado, y temes perecer en él? Nos refiere este gran Santo que un día fué llamado para visitar a un pobre moribundo y, al verle muy atemorizado, le preguntó qué era lo que tanto parecía asustarle, «¡Ay! padre, ¡estoy condenado!» Y diciendo estas palabras, exhaló el postrer suspiro. ¡ Oh, infortunado destino el de un pecador que ha vivido en pecado! ¡Ay! ¡A cuántos ha arrastrado el demonio al infierno, con la esperanza de que se convertirán!. ¿Qué vais a pensar, vosotros que me escucháis, y no practicáis la oración, ni os confesáis, ni pensáis en convertiros? Dios mío, ¿podrá uno permanecer en una situación que en todo momento expone a caer en los abismos?. – Dios mío, dadnos la fe, que nos hará conocer la magnitud de nuestras desdichas si nos perdemos, y nos pondrá en la imposibilidad de permanecer en pecado!"

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